Yokare Suta: Cuando el alma de la selva toca el corazón de los jóvenes
- ancestroamazonas
- 6 may
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El viaje que emprendieron los estudiantes del grado octavo del Colegio Gaia no fue simplemente una salida pedagógica. Fue un rito de paso. Bajo el nombre de Yokare Suta, esta travesía hacia el corazón del Amazonas —realizada del 1 al 12 de marzo de 2025— se transformó en una experiencia que removió fibras internas, despertó memorias dormidas y reveló a los jóvenes un conocimiento que no se encuentra en los libros, sino en la tierra, el río, el silencio y la voz de los sabios de la selva.
Guiados por Ancestro Amazonas, cada paso fue un reencuentro con lo esencial. Allí, entre los ríos y los senderos cubiertos de vegetación viva, los estudiantes descubrieron una Amazonia que no solo respira, sino que enseña. A través de la lengua Cubeo, Dëchëÿa Bëpeërü: Jiiru Jejipe Ya Beharë —"camino al conocimiento, conexión con la gran selva"— los jóvenes iniciaron una peregrinación interior. No fueron turistas. Fueron aprendices de un saber milenario.
Durante su estadía, convivieron con comunidades indígenas que han custodiado la selva durante siglos. Escucharon relatos orales que contienen la historia de la creación, la medicina de las plantas, los cantos del río y el equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Allí aprendieron, como decía un sabio yucuna, que "la selva no se camina, se escucha". Y así lo hicieron.
Cada encuentro con los pueblos Huitoto, Tikuna o Yagua fue una lección sobre respeto, diversidad y sabiduría ancestral. Las enseñanzas no vinieron en forma de discursos académicos, sino de gestos, silencios, rituales y palabras compartidas alrededor del fuego. Bajo este cielo estrellado, los estudiantes entendieron que la educación también es vínculo, experiencia encarnada y conexión espiritual.
Esta excursión, tejida entre la filosofía del Colegio Gaia y la misión de Ancestro Amazonas, fue un acto de resistencia cultural y ambiental. Mientras el mundo moderno avanza desconectado de su raíz, estos jóvenes se sumergieron en un aprendizaje vivencial, activo, transformador. Plantaron árboles, aprendieron prácticas sostenibles, caminaron la selva con respeto y vieron cómo la ciencia, el arte, la historia y la espiritualidad pueden entrelazarse en un solo relato viviente.
Yokare Suta no fue un punto en el calendario escolar. Fue una apertura de caminos, una siembra de conciencia. En ellos florecerá, con el tiempo, una nueva forma de mirar el mundo: más sensible, más sabia, más humana. La Amazonia los tocó. Y desde entonces, ya no serán los mismos.
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